Tratamiento del TDAH

Tratamiento del TDAH

El tratamiento de una persona con TDAH pasa desde la intervención con la propia persona, hasta la intervención con sus familiares y profesores.

El trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) es uno de los trastornos del neurodesarrollo más comunes. Se caracteriza por la falta de atención, hiperactividad e impulsividad, los cuales suelen afectar en las relaciones sociales, en el rendimiento escolar y laboral, y en la autoestima, entre otros (Pascual-Castroviejo, 2008).

El factor genético juega un papel importante, ya que si un niño tiene TDAH, hay muchas probabilidades de que sea debido a un factor genético. La probabilidad de padecer TDAH incrementa por 12-16 si se tiene un hermano gemelo, por 5-8 si hay familiares de primer grado (padres o hermanos) y por 2 si hay familiares de segundo grado (tíos, primos, etc.) con TDAH (Esperón y Suárez, 2007).

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Tal y como comentan Esperón y Suárez (2007), hay diferentes circuitos neuronales para las diferentes áreas cognitivas. La atención, memoria de trabajo y la inhibición de respuesta, estaría localizada en lo que se llama área prefrontal (zona frontal de la corteza cerebral), la cual es más pequeña y menos activa en niños con TDAH.

Para poder compensar eso, el cerebro activa otros circuitos, haciendo que el procesamiento de información sea deficitario. Además, esta parte del cerebro se encarga de las funciones ejecutivas, como la planificación, la inhibición de estímulos irrelevantes, la flexibilidad cognitiva, ser capaces de acabar una acción, saber si la estamos haciendo bien o mal, o de si se cometen errores y corregirlos.

Es por ello, que las personas con TDAH, tienen mayor dificultad a la hora de realizar ciertas actividades (problemas para acabar actividades, para organizar tareas, recordar actividades cotidianas, etc.) o mantener ciertas conductas en ciertos momentos (mostrarse inquieto en momentos inapropiados, perder cosas necesarias en su día a día, mostrar poco interés en actividades que requieren mayor esfuerzo mental sostenido, etc.).

Otro de los motivos por los que una persona puede tener TDAH, es por haber nacido prematuro y con peso muy bajo, teniendo secuelas como inquietud, impulsividad y déficit de atención (Pascual-Castroviejo, 2008).

El diagnostico del TDAH

Normalmente, se acostumbra a diagnosticar durante la niñez o la adolescencia. Se empieza por una entrevista clínica donde se pregunta por el desarrollo, enfermedades médicas, historial familiar y personal, entre otras. Una vez hecha, se pasa a realizar una evaluación a través de unas pruebas y tests estandarizados. Es importante durante la evaluación, detectar cualquier comorbilidad asociada. (Pascual-Castroviejo, 2008).

Dependiendo del ambiente y entorno, este tipo de conductas pueden manifestarse con más o menos frecuencia, por ello es fundamental, sobre todo en lo que respecta a los niños, recopilar información de sus diferentes entornos (familiar y escolar) para conseguir un diagnóstico más preciso (Pascual-Castroviejo, 2008).

Finalmente, con toda la información obtenida durante la evaluación, se consigue hacer el diagnóstico.

El tratamiento del TDAH

El tratamiento de una persona con TDAH pasa desde la intervención con la propia persona, hasta la intervención con sus familiares y profesores.

El tratamiento consiste, por un lado, en la psicoeducación (conocimiento del trastorno, como influye en la persona y las personas de su alrededor, cual puede ser su evolución y qué hacer para ayudar a mejorar su conducta), del paciente, la familia y profesores.

Durante este proceso, se les van aportando pautas, tanto a los familiares como a los profesores, para que puedan ir aplicando cuando están con el/la niño/a.

En el ámbito escolar, es importante hacer una adaptación curricular, si así lo requiere el alumno, debido a las dificultades que puede tener (Pascual-Castroviejo, 2008; Rodillo, 2015).

En cuanto a la/al niña/o, realizará terapia conductual donde se trabajará la atención, el control de impulsos y la inhibición de estímulos irrelevantes, por un lado, y la parte más emocional por la otra, puesto que suelen tener cierto problema para gestionar las emociones, sobre todo la frustración (Rodillo, 2015).

El tratamiento farmacológico ayuda a rebajar la intensidad de ciertas conductas, tales como la hiperactividad e impulsos.

Uno de los fármacos que más se utiliza, es el metilfenidato, ya que solo requiere una toma al día (por la mañana en el desayuno). La risperidona es un antipsicótico que se usa como complemento del metilfenidato, y funciona bastante bien en TDAH. Éste se hace en dos tomas, una por la mañana y otra por la tarde.

A pesar de eso, los fármacos acaban perdiendo eficacia a lo largo de los años, por lo que es necesario ir revaluando la situación para poder cambiar la dosis o incluso el fármaco (Esperón y Suárez, 2007; Pascual-Castroviejo, 2008).

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Referencias Bibliográficas

Esperón, C. S., & Suárez, A. D. (2007). Manual de diagnóstico y tratamiento del TDAH. Ed. Médica Panamericana.

Pascual-Castroviejo, I. (2008). Trastornos por déficit de atención e hiperactividad (TDAH). Asociación Española de Pediatría y Sociedad Española de Neurología Pediátrica. Protocolos de Neurología, 12, 140-150.

Rodillo, B. E. (2015). Trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) en adolescentes. Revista Médica Clínica Las Condes, 26(1), 52-59.

Vázquez-Justo, E., Piñón Blanco, A., & Fernandes, S. M. (2017). Evaluación neuropsicológica del TDAH.

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